21 feb 2016

Una red inalámbrica de sensores microelectromecánicos invisibles a tus ojos podría cambiar el mundo en el que vives.

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Un diminuto enjambre de sensores moviéndose por tu interior para chequear tu estado de salud; recorriendo los campos de cultivo en busca de parásitos y plagas; recopilando información en el campo de batalla; disperso por el hormigón de un puente para detectar potenciales fracturas; siguiendo las migraciones animales o comprobando en un futuro la habitabilidad de algún planeta… El límite lo pone tu imaginación.

Nos referimos al smart dust (o polvo inteligente), sensores microscópicos que podrían captar casi todo –humedad, temperatura, señales químicas, movimiento, ondas cerebrales– en todas partes y que quizá cambien nuestra relación con el mundo.

Como tantas cosas en el ámbito de la tecnología, se trata de un concepto de origen militar del que podría beneficiarse toda la sociedad. La idea surgió a principios de los 90 a partir de los trabajos de DARPA, la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa de EE.UU.

El polvo inteligente (también conocido como “motas”) se compondría de minúsculos sensores basados en sistemas microelectromecánicos (MEMS, por sus siglas en inglés) de un tamaño milimétrico, aunque se trabaja en reducirlos aún más, hasta llegar a la escala del micrómetro (la millonésima parte de un metro).

En realidad, una de estas “motas inteligentes” sería un microcomputador de bajo coste que controlaría los sensores y se conectaría por radio para transmitir a cortas distancias la información recopilada. Al juntarse las motas, formarían redes muy eficaces para microchip edificios, personas, espacios amplios… Pero no todo son buenas noticias: esta tecnología miniaturizada también podría suponer una grave amenaza para la privacidad y la libertad de las personas.

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